magistherhispano
"Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas,(...), las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.... el idioma. Salimos perdiendo.... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras". Pablo Neruda. Confieso que he vivido...
miércoles, 30 de septiembre de 2020
martes, 29 de septiembre de 2020
lunes, 18 de mayo de 2020
Obra dramática "El delantal blanco", Sergio Vodanovic, chileno.
EL DELANTAL BLANCO.
Sergio Vodanovic.
Chileno
Personajes
LA SEÑORA
LA EMPLEADA
DOS JÓVENES
LA JOVENCITA
EL CABALLERO
DISTINGUIDO
La playa. Al fondo, una carpa. Frente a ella, sentadas a su sombra, LA
SEÑORA y LA EMPLEADA. LA SEÑORA está en traje de baño y, sobre él, usa un
blusón de toalla blanca que le cubre hasta las caderas. Su tez está tostada por
un largo veraneo. LA EMPLEADA viste su uniforme blanco. LA SEÑORA es una mujer
de treinta años, pelo claro, rostro atrayente aunque algo duro. LA EMPLEADA
tiene veinte años, tez blanca, pelo negro, rostro plácido y agradable.
LA SEÑORA: (Gritando hacia su pequeño hijo, a quien no ve y que se
supone está a la orilla del mar, justamente, al borde del escenario.)
¡Alvarito! ¡Alvarito! ¡No le tire arena a la niñita! ¡Métase al agua! Está rica
... ¡Alvarito, no! ¡No le deshaga el castillo a la niñita! Juegue
con ella... Sí, mi hijito... juegue.
LA EMPLEADA: Es tan peleador...
LA SEÑORA: Salió al padre... Es inútil corregirlo. Tiene una
personalidad dominante que le viene de su padre, de su abuelo, de su abuela ...
¡sobre todo de su abuela!
LA EMPLEADA: ¿Vendrá el caballero mañana?
LA SEÑORA: (Se encoge de hombros con desgano) ¡No sé! Ya estamos en
marzo, todas mis amigas han regresado y Álvaro me tiene todavía aburriéndome en
la playa. Él dice que quiere que el niño aproveche las vacaciones, pero para mí
que es él quien está aprovechando. (Se saca el blusón y se tiende a tomar sol)
¡Sol! ¡Sol! Tres meses tomando sol. Estoy intoxicada de sol. (Mirando
inspectivamente a LA EMPLEADA.) ¿Qué haces tú para no quemarte?
LA EMPLEADA: He salido tan poco de la casa...
LA SEÑORA: ¿Y qué querías? Viniste a trabajar, no a veranear. Estás
recibiendo sueldo, ¿no?
LA EMPLEADA: Sí, señora. Yo sólo contestaba su pregunta...
LA SEÑORA permanece tendida recibiendo el Sol. LA EMPLEADA saca de una
bolsa de género una revista de historietas fotografiadas y principia a leer.
LA SEÑORA: ¿Qué haces?
LA EMPLEADA: Leo esta revista.
LA SEÑORA: ¿La compraste tú?
LA EMPLEADA: Sí, señora.
LA SEÑORA: No se te paga tan mal, entonces, si puedes comprarte tus
revistas, ¿eh?
LA EMPLEADA no contesta y vuelve a mirar la revista.
LA SEÑORA: ¡Claro! Tú leyendo y que Alvarito reviente, que se ahogue...
LA EMPLEADA: Pero si está jugando con la niñita ...
LA SEÑORA: Si te traje a la playa es para que vigilaras a Alvarito y no
para que te pusieras a leer.
LA EMPLEADA deja la revista y se incorpora para ir donde está Alvarito.
LA SEÑORA: ¡No! Lo puedes vigilar desde aquí. Quédate a mi lado, pero
observa al niño. ¿Sabes? Me gusta venir contigo a la playa.
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
LA SEÑORA: Bueno... no sé... Será por lo mismo que me gusta venir en el
auto, aunque la casa esté a dos cuadras. Me gusta que vean el auto. Todos los
días, hay alguien que se detiene para mirarlo y comentarlo. No cualquiera tiene
un auto como el de nosotros... Claro, tú no te das cuenta de la diferencia.
Estás demasiado acostumbrada a lo bueno... Dime... ¿Cómo es tu casa?
LA EMPLEADA: Yo no tengo casa.
LA SEÑORA: No habrás nacido empleada, supongo. Tienes que haberte criado
en alguna parte, debes haber tenido padres... ¿Eres del campo?
LA EMPLEADA: Sí.
LA SEÑORA: Y tuviste ganas de conocer la ciudad, ¿ah?
LA EMPLEADA: No. Me gustaba allá.
LA SEÑORA: ¿Por qué te viniste, entonces?
LA EMPLEADA: Tenía que trabajar.
LA SEÑORA: No me vengas con ese cuento. Conozco la vida de los
inquilinos en el campo. Lo pasan bien. Les regalan una cuadra para que
cultiven. Tienen alimentos gratis y hasta les sobra para vender. Algunos tienen
hasta sus vaquitas... ¿Tus padres tenían vacas?
LA EMPLEADA: Sí, señora. Una.
LA SEÑORA: ¿Ves? ¿Qué más quieren? ¡Alvarito! ¡No se meta tan allá que
puede venir una ola ¿Qué edad tienes?
LA EMPLEADA: ¿Yo?
LA SEÑORA: A ti te estoy hablando. No estoy loca para hablar sola.
LA EMPLEADA: Ando en los veintiuno...
LA SEÑORA: ¡Veintiuno! A los veintiuno yo me casé. ¿No has pensado en
casarte?
LA EMPLEADA baja la vista y no contesta.
LA SEÑORA: ¡Las cosas que se me ocurre preguntar! ¿Para qué querrías
casarte? En la casa tienes de todo: comida, una buena pieza, delantales
limpios... Y si te casaras... ¿Qué es lo que tendrías? Te llenarías de
chiquillos, no más.
LA EMPLEADA: (Como para sí.) Me gustaría casarme...
LA SEÑORA: ¡Tonterías! Cosas que se te ocurren por leer historias de
amor en las revistas baratas... Acuérdate de esto: Los príncipes azules ya no
existen. No es el color lo que importa, sino el bolsillo. Cuando mis padres no
me aceptaban un pololo porque no tenían plata, yo me indignaba, pero llegó
Alvaro con sus industrias y sus fundos y no quedaron contentos hasta que lo
casaron conmigo. A mí no me gustaba porque era gordo y tenía la costumbre de
sorberse los mocos, pero después en el matrimonio, uno se acostumbra a todo. Y
llega a la conclusión que todo da lo mismo, salvo la plata. Sin la plata no
somos nada. Yo tengo plata, tú no tienes. Ésa es toda la diferencia entre
nosotras. ¿No te parece?
LA EMPLEADA: Si, pero.....
LA SEÑORA: ¡Ah! Lo crees ¿eh? Pero es mentira. Hay algo que es
más importante que la plata: la clase. Eso no se compra. Se tiene o no se
tiene. Álvaro no tiene clase. Yo sí la tengo. Y podría vivir en una
pocilga y todos se darían cuenta de que soy alguien. No una cualquiera.
Alguien. Te das cuenta ¿verdad?
LA EMPLEADA: Sí, señora.
LA SEÑORA: A ver... Pásame esa revista. (LA EMPLEADA lo hace. LA SEÑORA
la hojea. Mira algo y lanza una carcajada.) ¿Y esto lees tú?
LA EMPLEADA: Me entretengo, señora.
LA SEÑORA: ¡Qué ridículo! ¡Qué ridículo! Mira a este roto vestido de
smoking. Cualquiera se da cuenta que está tan incómodo en él como un hipopótamo
con faja... (Vuelve a mirar en la revista.) ¡Y es el conde de Lamarquina! ¡El
conde de Lamarquina! A ver... ¿Qué es lo que dice el conde? (Leyendo.) “Hija
mía, no permitiré jamás que te cases con Roberto. Él es un plebeyo. Recuerda
que por nuestras venas corre sangre azul.” ¿Y ésta es la hija del conde?
LA EMPLEADA: Sí. Se llama María. Es una niña sencilla y buena. Está
enamorada de Roberto, que es el jardinero del castillo. El conde no lo permite.
Pero... ¿sabe? Yo creo que todo va a terminar bien. Porque en el número
anterior Roberto le dijo a María que no había conocido a sus padres y cuando no
se conoce a los padres, es seguro que ellos son gente rica y aristócrata que
perdieron al niño de chico o lo secuestraron ...
LA SEÑORA: ¡Y tú crees todo eso?
LA EMPLEADA: Es bonito, señora.
LA SEÑORA: ¿Qué es tan bonito?
LA EMPLEADA: Que lleguen a pasar cosas así. Que un día cualquiera, uno
sepa que es otra persona, que en vez de ser pobre, se es rica; que en
vez de ser nadie se es alguien, así como dice Ud...
LA SEÑORA: Pero no te das cuenta que no puede ser... Mira a la hija...
¿Me has visto a mí alguna vez usando unos aros así? ¿Has visto a alguna de mis
amigas con una cosa tan espantosa? ¿Y el peinado? Es detestable. ¿No te das
cuenta que una mujer así no puede ser aristócrata?... A ver. ¿Sale fotografiado
aquí el jardinero...?
LA EMPLEADA: Sí. En los cuadros del final. (Le muestra en la revista. LA
SEÑORA ríe encantada.)
LA SEÑORA: ¿Y éste crees tú que puede ser un hijo de aristócrata? ¿Con
esa nariz? ¿Con ese pelo? Mira... Imagínate que mañana me rapten a Alvarito.
¿Crees tú que va a dejar por eso de tener su aire de distinción?
LA EMPLEADA: ¡Mire, señora! Alvarito le botó el castillo de arena a la
niñita de una patada.
LA SEÑORA: ¿Ves? Tiene cuatro años y ya sabe lo que es mandar, lo
que es no importarle los demás. Eso no se aprende. Viene en la sangre.
LA EMPLEADA: (Incorporándose.) Voy a ir a buscarlo.
LA SEÑORA: Déjalo. Se está divirtiendo.
LA EMPLEADA se desabrocha el primer botón de su delantal y hace un gesto
en el que muestra estar acalorada.
LA SEÑORA: ¿Tienes calor?
LA EMPLEADA: El sol está picando fuerte.
LA SEÑORA: ¿No tienes traje de baño?
LA EMPLEADA: No.
LA SEÑORA: ¿No te has puesto nunca traje de baño?
LA EMPLEADA: ¡Ah, sí!
LA SEÑORA: ¿Cuándo?
LA EMPLEADA: Antes de emplearme. A veces, los domingos, hacíamos
excursiones a la playa en el camión del tío de una amiga.
LA SEÑORA: ¿Y se bañaban?
LA EMPLEADA: En la playa grande de Cartagena. Arrendábamos trajes de
baño y pasábamos todo el día en la playa. Llevábamos de comer y...
LA SEÑORA: (Divertida.) ¿Arrendaban trajes de baño?
LA EMPLEADA: Sí. Hay una señora que arrienda en la misma playa.
LA SEÑORA: Una vez con Álvaro, nos detuvimos en Cartagena a echar
gasolina al auto y miramos a la playa. ¡Era tan gracioso ¡Y esos trajes de baño
arrendados! Unos eran tan grandes que hacían bolsas por todos los lados y otros
quedaban tan chicos que las mujeres andaban con el traste afuera. ¿De cuáles
arrendabas tú? ¿De los grandes o de los chicos?
La EMPLEADA mira al suelo taimada.
LA SEÑORA: Debe ser curioso... Mirar el mundo desde un traje de baño
arrendado o envuelta en un vestido barato... o con uniforme de empleada como el
que usas tú... Algo parecido le debe suceder a esta gente que se fotografía
para estas historietas: se ponen smoking o un traje de baile y debe ser diferente
la forma como miran a los demás, como se sienten ellos mismos... Cuando yo me
puse mi primer par de medias, el mundo entero cambió para mí. Los demás eran
diferentes; yo era diferente y el único cambio efectivo era que tenía puesto un
par de medias... Dime... ¿Cómo se ve el mundo cuando se está vestida con un
delantal blanco?
LA EMPLEADA: (Tímidamente.) Igual... La arena tiene el mismo color...
las nubes son iguales... Supongo.
LA SEÑORA: Pero no... Es diferente. Mira. Yo con este traje de baño, con
este blusón de toalla, tendida sobre la arena, sé que estoy en “mi lugar,” que
esto me pertenece... En cambio, tú, vestida como empleada sabes que la playa no
es tu lugar, que eres diferente... Y eso, eso te debe hacer ver todo distinto.
LA EMPLEADA: No sé.
LA SEÑORA: Mira. Se me ha ocurrido algo. Préstame tu delantal.
LA EMPLEADA: ¿Cómo?
LA SEÑORA: Préstame tu delantal.
LA EMPLEADA: Pero... ¿Para qué?
LA SEÑORA: Quiero ver cómo se ve el mundo, qué apariencia tiene la playa
cuando se la ve encerrada en un delantal de empleada.
LA EMPLEADA ¿Ahora?
LA SEÑORA: Sí, ahora.
LA EMPLEADA: Pero es que... No tengo un vestido debajo.
LA SEÑORA: (Tirándole el blusón.) Toma... Ponte esto.
LA EMPLEADA: Voy a quedar en calzones ...
LA SEÑORA: Es lo suficientemente largo como para cubrirte Y, en todo
caso, vas a mostrar menos que lo que mostrabas con los trajes de baño que
arrendabas en Cartagena. (Se levanta y obliga a levantarse a LA EMPLEADA.) Ya.
Métete en la carpa y cámbiate. (Prácticamente obliga a LA EMPLEADA a entrar a
la carpa y luego lanza al interior de ella el blusón de toalla. Se dirige al
primer plano y le habla a su hijo.)
LA SEÑORA: Alvarito, métase un poco al agua. Mójese las patitas
siquiera... No sea tan de rulo...¡Eso es! ¿Ves que es rica el agüita? (Se
vuelve hacia la carpa y habla hacia dentro de ella.) ¿Estás lista? (Entra a la
carpa.) Después de un instante sale LA EMPLEADA vestida con el blusón de
toalla. Se ha prendido el pelo hacia atrás y su aspecto ya difiere algo de la tímida
muchacha que conocemos. Con delicadeza se tiende de bruces sobre la arena. Sale
LA SEÑORA abotonándose aún su delantal blanco. Se va a sentar delante de LA
EMPLEADA, pero vuelve un poco más atrás.
LA SEÑORA: No. Adelante no. Una empleada en la playa se sienta siempre
un poco más atrás que su patrona. (Se sienta sobre sus pantorrillas y mira,
divertida, en todas direcciones.)
LA EMPLEADA cambia de postura con displicencia. LA SEÑORA toma la
revista de LA EMPLEADA y principia a leerla. Al principio, hay una sonrisa
irónica en sus labios que desaparece luego al interesarse por la lectura. Al
leer mueve los labios. LA EMPLEADA, con naturalidad, toma de la bolsa de playa
de LA SEÑORA un frasco de aceite bronceador y principia a extenderlo con
lentitud por sus piernas. LA SEÑORA la ve. Intenta una reacción reprobatoria,
pero queda desconcertada.
LA SEÑORA: ¿Qué haces?
LA EMPLEADA no contesta.
La SEÑORA opta por seguir la lectura. Vigilando de vez en vez con la
vista Io que hace LA EMPLEADA. Ésta ahora se ha sentado y se mira detenidamente
las uñas.
LA SEÑORA: ¿Por qué te miras las uñas?
LA EMPLEADA: Tengo que arreglármelas.
LA SEÑORA: Nunca te había visto antes mirarte las uñas.
LA EMPLEADA: No se me había ocurrido.
LA SEÑORA: Este delantal acalora.
LA EMPLEADA: Son los mejores y los más durables.
LA SEÑORA: Lo sé. Yo los compré.
LA EMPLEADA: Le queda bien.
LA SEÑORA: (Divertida.) Y tú no te ves nada de mal con esa tenida. (Se
ríe.) Cualquiera se equivocaría. Más de un jovencito te podría hacer la
corte... ¡Sería como para contarlo!
LA EMPLEADA: Alvarito se está metiendo muy adentro. Vaya a vigilarlo.
LA SEÑORA: (Se levanta inmediatamente y se adelanta.) ¡Alvarito!
¡Alvarito! No se vaya tan adentro... Puede venir una ola. (Recapacita de pronto
y se vuelve desconcertada hacia LA EMPLEADA.) ¿Por qué no fuiste?
LA EMPLEADA: ¿Adónde?
LA SEÑORA: ¿Por qué me dijiste que yo fuera a vigilar a Alvarito?
LA EMPLEADA: (Con naturalidad.) Ud. lleva el delantal blanco.
LA SEÑORA: Te gusta el juego, ¿ah?
Una pelota de goma, impulsada por un niño que juega cerca, ha caído a
los pies de LA EMPLEADA. Ella la mira y no hace ningún movimiento. Luego mira a
LA SEÑORA. Ésta, instintivamente, se dirige a la pelota y la tira en la dirección
en que vino. La EMPLEADA busca en la bolsa de playa de LA SEÑORA y se pone sus
anteojos para el sol.
LA SEÑORA: (Molesta.) ¿Quién te ha autorizado para que uses mis
anteojos?
LA EMPLEADA: ¿Cómo se ve la playa vestida con un delantal blanco?
LA SEÑORA: Es gracioso. ¿Y tú? ¿Cómo ves la playa ahora?
LA EMPLEADA: Es gracioso.
LA SEÑORA: (Molesta.) ¿Dónde está la gracia?
LA EMPLEADA: En que no hay diferencia.
LA SEÑORA: ¿Cómo?
LA EMPLEADA: Ud. con el delantal blanco es la empleada, yo con este
blusón y los anteojos oscuros soy la señora.
LA SEÑORA: ¿Cómo?... ¿Cómo te atreves a decir eso?
LA EMPLEADA ¿Se habría molestado en recoger la pelota si no estuviese
vestida de empleada?
LA SEÑORA: Estamos jugando.
LA EMPLEADA: ¿Cuándo?
LA SEÑORA: Ahora.
LA EMPLEADA: ¿Y antes?
LA SEÑORA: ¿Antes?
LA EMPLEADA: Sí. Cuando yo estaba vestida de empleada...
LA SEÑORA: Eso no es juego. Es la realidad.
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
LA SEÑORA: Porque sí. LA EMPLEADA: Un juego... un juego más largo...
como el “paco-ladrón”. A unos les corresponde ser “pacos”, a otros “ladrones.”
LA SEÑORA: (Indignada.) ¡Ud. se está insolentando!
LA EMPLEADA: ¡No me grites! ¡La insolente eres tú!
LA SEÑORA: ¿Qué significa eso? ¿Ud. me está tuteando?
LA EMPLEADA: ¿Y acaso tú no me tratas de tú?
LA SEÑORA: ¿Yo?
LA EMPLEADA: Sí.
LA SEÑORA: ¡Basta ya! ¡Se acabó este juego!
LA EMPLEADA: ¡A mí me gusta!
LA SEÑORA: ¡Se acabó! (Se acerca amenazadoramente a LA EMPLEADA.)
LA EMPLEADA: (Firme.) ¡Retírese!
LA SEÑORAL: se detiene sorprendida.
LA SEÑORA: ¿Te has vuelto loca? (volverse = hacerse)
LA EMPLEADA: ¡Me he vuelto señora!
LA SEÑORA: Te puedo despedir en cualquier momento.
LA EMPLEADA: (Explota en grandes carcajadas, como si lo que hubiera oído
fuera el chiste más gracioso que jamás ha escuchado.)
LA SEÑORA: ¿Pero de qué te ríes?
LA EMPLEADA: (Sin dejar de reír.) ¡Es tan ridículo!
LA SEÑORA: ¿Qué? ¿Qué es tan ridículo?
LA EMPLEADA: Que me despida... ¡vestida así! ¿Dónde se ha visto a una
empleada despedir a su patrona?
LA SEÑORA: ¡Sácate esos anteojos! ¡Sácate el blusón! ¡Son míos!
LA EMPLEADA: ¡Vaya a ver al niño!
LA SEÑORA: Se acabó el juego, te he dicho. O me devuelves mis cosas o te
las saco.
LA EMPLEADA: ¡Cuidado! No estamos solas en la playa.
LA SEÑORA: ¡Y qué hay con eso? ¿Crees que por estar vestida con un
uniforme blanco no van a reconocer quien es la empleada y quién la señora?
LA EMPLEADA: (Serena.) No me levante la voz. LA SEÑORA exasperada se
lanza sobre LA EMPLEADA y trata de sacarle el blusón a viva fuerza.
LA SEÑORA: (Mientras forcejea) ¡China! ¡Ya te voy a enseñar quién soy!
¿Qué te has creído? ¡Te voy a meter presa!
Un grupo de bañistas han acudido a ver la riña. Dos JÓVENES, una
MUCHACHA y un SEÑOR de edad madura y de apariencia muy distinguida. Antes que
puedan intervenir, la EMPLEADA ya ha dominado la situación manteniendo bien
sujeta a LA SEÑORA contra la arena. Ésta sigue gritando como: “rota
cochina”....”ya te la vas a ver con mi marido” ... “te voy a mandar
presa”... “Esto es el colmo”, etc., etc .
UN JOVEN: ¿Qué sucede?
EL OTRO JOVEN: ¿Es un ataque?
LA JOVENCITA: Se volvió loca.
UN JOVEN: Puede que sea efecto de una insolación.
EL OTRO JOVEN: ¿Podemos ayudarla?
LA EMPLEADA: Sí. Por favor. Llévensela. Hay una posta por aquí cerca...
EL OTRO JOVEN: Yo soy estudiante de Medicina. Le pondremos una inyección
para que se duerma por un buen tiempo.
LA SEÑORA: ¡Imbéciles! ¡Yo soy la patrona! Me llamo Patricia Hurtado, mi
marido es Alvaro Jiménez, el político...
LA JOVENCITA: (Riéndose.) Cree ser la señora.
UN JOVEN: Está loca.
EL OTRO JOVEN: Un ataque de histeria
UN JOVEN: Llevémosla.
LA EMPLEADA: Yo no los acompaño... Tengo que cuidar a mi hijito... Está
ahí, bañándose...
LA SEÑORA: ¡Es una mentirosa! ¡Nos cambiamos de vestido sólo por jugar!
¡Ni siquiera tiene traje de baño! ¡Debajo del blusón está en calzones!
¡Mírenla!
EL OTRO JOVEN: (Haciéndole un gesto al JOVEN.) ¡Vamos! Tú la tomas por
los pies y yo por los brazos.
LA JOVENCITA: ¡Qué risa! ¡Dice que está en calzones!
Los dos JÓVENES toman a LA SEÑORA y se la llevan, mientras ésta se
resiste y sigue gritando.
LA SEÑORA: ¡Suéltenme! ¡Yo no estoy loca! ¡Es ella! ¡Llamen a Alvarito!
¡Él me reconocerá!
Mutis de los dos JÓVENES llevando en peso a LA SEÑORA. LA EMPLEADA se
tiende sobre la arena, como si nada hubiera sucedido, aprontándose para un
prolongado baño del sol.
EL CABALLERO DISTINGUIDO: ¿Está Ud. bien, señora? ¿Puedo serle útil en
algo?
LA EMPLEADA: (Mira inspectivamente al SEÑOR DISTINGUIDO y sonríe con
amabilidad.) Gracias. Estoy bien.
EL CABALLERO DISTINGUIDO: Es el símbolo de nuestro tiempo. Nadie parece
darse cuenta, pero a cada rato, en cada momento sucede algo así.
LA EMPLEADA: ¿Qué?
EL CABALLEPO DISTINGUIDO: La subversión del orden establecido. Los
viejos quieren ser jóvenes; los jóvenes quieren ser viejos; los pobres quieren
ser ricos y los ricos quieren ser pobres. Sí, señora. Asómbrese Ud. También hay
ricos que quieren ser pobres. ¿Mi nuera? Va todas tardes a tejer con mujeres de
poblaciones obreras. ¡Y le gusta hacerlo! (Transición.) ¿Hace mucho tiempo que
está con Ud.?
LA EMPLEADA: ¿Quién?
EL CABALLERO DISTINGUIDO: (Haciendo un gesto hacia la dirección en que
se llevaron a LA SEÑORA.) Su empleada.
LA EMPLEADA: (Dudando. Haciendo memoria.) Poco más de un año.
EL CABALLEPO DISTINGUIDO: Y así le paga a usted. ¡Queriéndose pasar por
una señora! ¡Como si no se reconociera a primera vista quién es quién! ¿Sabe
Ud. por qué suceden estas cosas?
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
EL CABALLEPO DISTINGUIDO: (Con aire misterioso.) El comunismo...
LA EMPLEADA: ¡Ah!
EL CABALLERO DISTINGUIDO: (Tranquilizado.) Pero no nos inquietemos. El
orden está establecido. Al final, siempre el orden se establece... Es un
hecho... Sobre eso no hay discusión...(Transición.) Ahora con permiso señora.
Voy a hacer mi footing diario. Es muy conveniente a mi edad. Para la
circulación ¿sabe? Y Ud. Quede tranquila. El sol es el mejor sedante.
(Ceremoniosamente.) A sus órdenes, señora. (Inicia el mutis. Se vuelve.) Y no
sea muy dura con su empleada, después que se haya tranquilizado... Después de
todo... Tal vez tengamos algo de culpa nosotros mismos... ¿Quién puede decirlo?
(El CABALLERO DISTINGUIDO hace footing.) LA EMPLEADA cambia de posición. Se
tiende de espaldas para recibir el sol en la cara. De pronto se acuerda de
Alvarito. Mira hacia donde él está.
LA EMPLEADA: ¡Alvarito! ¡Cuidado con sentarse en esa roca! Se puede
hacer una nana en el pie... Eso es, corra por la arenita... Eso es, mi
hijito... (Y mientras LA EMPLEADA mira con ternura y deleite maternal cómo
Alvarito juega a la orilla del mar, se cierra lentamente el
Telón.
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