Germán Luco Cruchaga
ACTO PRIMERO
En el otoño
La acción ocurre en un lugar al sur y
al interior de Temuco, alrededor de 1925. Patio interior de vieja casona de
campo cuyas ventanas se abren al corredor donde se guardan los caballos de
madera con las monturas, las riendas, lazos, yugos, arados y aperos campesinos.
Lateral izquierda, ancho portalón de bodega. A su lado, un gran montón de paja.
Decorando el corredor, maceteros de
cardenales y jaulas con pájaros nativos. REMIGIO, FIDEL y CUSTODIO juegan a la
rayuela. Derecha, CELINDA aviva el fuego del brasero, sentada en un piso junto
a la mesilla con los menesteres del mate. Después de jugar, los tres se acercan
a la raya, y discuten.
REMIGIO: ¡Quemaíta! Al puro pelo...
FIDEL:
Dos por cinco.
CUSTODIO: A mano.
REMIGIO: ¡Chi! ¡Cómo a mano ey vos
perdiste cuatro y yo llevo cinco!
CUSTODIO: Los cinco deos de la mano
p’s, cabro...
REMIGIO: Gracioso el niño. Pa jugar
hay que tener formaliá... Los recontra a quemás y con maulas…
CELINDA: ¿Y no pueen irse ajuar a
otro lao? La zalagarda que tienen los peazos de treiles...
REMIGIO: No se enoje pus,
Celindita... Si es puro juguete no más...
CUSTODIO: Si no apostamos ni cobre...
CELINDA: Así será, pero si los merece
rochar mi tía, los encumbra...
FIDEL: Y qué vamos a hacer si Ñico no
se entriega los aperos.
CELINDA: ¿Cómo? ¿Y Ñico ónde está?
FIDEL: Ratazo que no lo vimos...
Antes de terminar la lechaúra salió p’al bajo a buscar la vaquilla Pampa, que
estaba pasá e cuenta...
REMIGIO:Y hará como una menguante que
lo estamos esperando...
CELINDA: ¡Güen dar con el hombre
éste! Onde diablos se habrá metío... Contimás que mi tía se las tiene
sentenciá... ¿Y aónde están los aperos pa entregárselos?
CUSTODIO: Si ey están los yugos; pero
las coyundas las guarda Ñico, con llave, en la caja de las herramientas, porque
en la noche vienen a comérselas los perros del indio Curimil...
REMIGIO: Pero la viúa tiene la llave
mestra... Píasela usted.
CELINDA (Se acerca a una de las
ventanas): Oiga, tía... Aquí dicen éstos que les empreste la llave mestra
p’abrir el cajón de las herramientas; que a Ñico no lo pueen hallar, que salió
a buscar la vaquillona Pampa que está pasá e cuenta... y las coyundas están ey.
CELINDA: Ya está lavá la yerba... y
ey ta el cedrón y ey ta l’azúcar quemá...
REMIGIO:¡Mande!
REMIGIO:¡Chi! Esperar las coyundas
p’s, patrona...
REMIGIO: Gueno, su mercé...
(Iniciando el mutis). No puee vivir sin Ñico... Ya parecimos perdigueros detrás
d’él.
CELINDA: ¿Le cebo otro mate, tía?
FIDEL: En ni una parte...
REMIGlO: Juimos p’al bajo, rondamos
el macal del norte, campiamos el estero... y niagua...
CUSTODIO: No están ey.
REMIGIO: En perdiéndosele el Ñico,
pierde el seso también...
CUSTODIO: Y pagamos el pato
nosotros..
FIDEL: ¡Chas, la vieja veleidosa...!
CUSTODIO: ¡Mande!
CUSTODIO (Mutis): Agua toman los
güeyes... que tienen el cuero duro.., aguardiente y vino puro que es bebida de
los reyes.... ¡mi alma!
CELINDA: Sí, tía.
CELINDA: Sí tía.
CELINDA (Con los cigarros. Aparte):
Le va a llegar con mi tía... (A la
Viuda ). Aquí están los cigarros, tiíta...
Ñico: Me parece... Mi había quedao
ormío, me parece...
ÑICO (Dando vuelta la pastora entre
sus manos): De albazo... Antes del canto e los gallos... Como toos los días, me
levanté con chonchón...
ÑICO: ¡Cuasi na! Arrié las vacas p’al
corralón y lechamos... Con la
Celinda , llenamos los tarros de la cuajá... Le di avena y
agua a los chanchos... Espués salí a buscar la vaquillona Pampa que parió
anoche un ternero ídem a las manchas del Kalifa... ¡Lozanito y caerúo el bruto!
Espués ensebé las coyundas y los cabrestos; acarrié cuatro sacos de tréol pa
los güeyes y mancagüé el toro, pa que no se salga del pasto ovillo, porque su yegua
Muñeca rompió a patás las tranquillas... Y aemás, le machuqué un pernil de
grillo con raíces de frutilla a la vaca Chupilca, porque está con mal de
orina... y espués... espuecito... me senté ey y parece que anduve queando
dormío... Si ey fartao... ahora...
ÑICO: ¿Y no cumplo rebién mis
obligaciones, y los mandaos p’al pueblo, y no le cuido too como lo propio...?
¿Me habrá faltao un grano e trigo en las entriegas a la bodega, habré medio mal
las cuairas de siembra? Y los destronques, ¿no los llevo en l’uña...?
ÑICO: ¡Chi! ¿Y di’aónde voy a sacar
maneras, si aquí vivimos mesmamente que animales? Hay veces que’ me dan ganas
de hacerme entender a puro lairío... ¡Me recondenara! Yo creo que cumpliendo con
su mercé, naa tiene que icirme... Desde que vivo aquí, sólo me curé pa la Candelaria y ese jue un
gusto perdío, como las torcazas que bajan sólo cuando están los guindales
colmaos... Jue un reventón y na más.
ÑICO: Me duelen las chalas y vi andar
con zapatos...
ÑICO:
Es que si usted lo manda, se puee variar la compostura... Andan por ey otros
mal encachados que no saben ni amarrarse la faja ni hombrearse el poncho.
CELINDA (Entrando): ¡Mande!
CELINDA: Urmiendo en la paja...
¡Apestas pus, Ñico! Ñico: El que no tiene na, con su mujer se acuesta...
CELINDA: Pero te las pusiste con mi
tía...
ÑICO: ¡Qué tanto jue! ¡Si ya está el
chancho en la batea y el mote pelándose!
CELINDA: ¡Alabancioso que te han de
ver! Si andan diciendo por ey que hay ciertos entendimientos... Mejor ¡boquita,
cómete un pavo!
ÑICO: Qué culpa tengo yo de ser bien
parecío, parao en el. hilo, tranqueador y güeno pa la vara... ¡Echale, mi’
alma, pa’elante!
CELINDA: Claro... Si así son toos los
hombres... Se allegan del otro lao, cuando hay una pobre que les lava las tiras,
los cuidia y les quiere... En no habiendo como ser perra pa que los hombres se
hagan huinchas con una... Oye, Nico...
ÑICO: ¿Qué querís, cabra?
CELINDA: Te cuento... Pero me da
vergüenza...
ÑICO: Tápate la cara con la punta del
elantal y lárgala no más.
CELINDA: ¿No te vai a reír?
ÑICO: ¿Pa que se me vea el diente que
me falta? Desembuche no .....
CELINDA (En secreto y avergonzada):
Yo... yo... oye... fíjate que yo... estoy durmiendo toas las noches con la
puerta destrancá... Yo...
ÑICO: ¡Ves que novedá! La tranca mía
la eché al juego hace ratito... ¿Y eso es too?
CELINDA: Y tamién, es que... ¡es que
me da mieo dormir sola!
ÑICO: ¿Y pa qué estrancái la puerta
entonces? ¡De puro tentá e la risa!
CELINDA: Ñiquito... Tú no
m’entendís...
ÑICO: Ni cobre.
CELINDA (Llorando): Es que tú no me
querís entender, no me vai a entender nunca lo que te quiero ecir...
ÑICO: ¿Y por eso moquillái...? Aquí
en esta casa pueen dormir toas con las puertas destrancá, porque lo qu’es Ñico,
está escamao...
CELINDA: Es que vos no m’entendís mis
indiretas...
ÑICO: Porque me conviene... No vis
que espués me salís con un regalo con patas y el cura civil tiene encargo de
los que se meten a las puertas destrancás de las chicuelas... ¿Por qué no me
soplái este ojo? Y dame la lista... Yo estaré aquí de suple falta, ¿no es
cierto?
CELINDA (Pasándole la lista a Ñico,
que empieza el mutis): Busca ahora quién te lave tus chirpes, que te pegue los
botones y te seque la arpillera de las ojotas... Lo qu’es yo, ni te daré los güenos
días....
ÑICO (Leyendo): Un cuarto e yerba...
cuarenta e comino. Un paquete e velas Buque... tres tarros de salmón
Mariposa.., sesenta de pimentón pa color.., cuatro pesos de levadura.., un kilo
e clavos de dos pulgadas... un tarro de aceite e carreta... (A Celinda). Y a
vos te traeré un pañuelo yerbatero, pa que te rajís llorando... Enamorándome la
pervertía... Cierra mejor tu tranquera que, si Ñico no entra, no fartan otros
gallos en el gallinero...
CELINDA: Oye, Ñico, ven.
ÑICO: ¿Me vai a encargar una tranca e
temo?
CELINDA: Si es pa contate otra
cosita...
ÑICO: Mañana por la mañana voy a
estar aquí con las fartas.
CELINDA: Afírmate con lo que te voy a
icir. Mañana a las dos, llega la Florita... Me escribió en papel fino y con letra
de imprenta...
ÑICO: Tu hermana... La profesora... ¡
Chitas con la noveá, oh! Esa que estuvo aquí cuantuá y que andaba cimbrándose p’allá
y p’acá... La fruncía p’hablar... y que andaba con tizne en los ojos...
CELINDA:
La mesma pus, Ñico, y que a vos te icía Colacho...
ÑICO: Ahora estoy más hombre... que tenga
cuidado tu hermana conmigo...
CELINDA: Y en la carta dice que
mañana, en tren de dos, le manden caballo a la estación...
ÑICO: ¿Y ónde va a ormir?
CELINDA: En mi pieza pues, tonto...
¡Conmigo!
ÑICO: Entonce, m’hijita, le voy a
peír un favor... ¿quiere?
CELINDA: ¿Cuál será?
ÑICO (Suspirando): ¡No güerva renunca
a trancar la puerta!
CELJNDA: ¡Hase visto el atrevío!
ÑICO: Dos mujeres solas tienen más
mieo que una mujer sola... ¿O no, dice usted? Y un hombre que quiere a dos,
tiene dos velas prendías; si una se le apaga, la otra le quea encendía... Y no
me haga golver más m’hijta, mire... que...
CELINDA: ¿Y qué hacís que no te vai?
(Ñico toma su montura y las riendas e inicia el mutis, mientras Celinda canta
una pavísima canción de las mujeres de la frontera):
Sosiégate,
José
Sosiégate,
María
Si no te
sosegái,
¡Yo te
sosegaré!
ÑICO (Repite, dándole unos cuantos
manotones por el cuerpo y riéndose a carcajadas):
Sosiégate,
Celinda.
Si no te
sosegái,
¡Yo te sosegaré!
CELINDA: ¡Asosiégate, te icen! ¡Manisuelto!
(Mutis de Ñico).
CELINDA: Ratazo. Ya debe venir de
güelta...
CELINDA (Mutis): Güeno, tía... (Pausa.
Afuera se oyen los gritos de los hombres que llegan con los bueyes .La Viuda se sienta,
preocupada).
GRITOS DE HOMBRES:¡Erre,
Clarín...erre... Tiiiza, Precioso...erre! ¡Pónete, Noble...! ¡Ya no sabís
ponerte, caracho...! ¡Caballero, Caballero! ¡Noble! ¡Noble, Noble, Noble, Noble!
¡Precioso! ¡Clarín! ¡Tiiiza! ¡Güélvete, Clarín! ¡Cordillera! ¡Limón! ¡Erre!
CUSTODIO (De afuera): ¡Mande! Porque
se acompañan mejor pa las güeltas... ¿No ve que el Precioso, con el novillo, me
tiran el arado juera del surco?
trabajar con arados chanchos.
CUSTODIO: Ya la viera yo trabajando
con güeyes mañosos y mal amansaos...
REMIGIO (Con chupalla y con picana):
Sembrá ta la semilla. Ñico tuvo en el desparramo...
REMIGIO: Pa lo que gusta la harina
tostá... Dos sacos por cuaira le echamos...
REMIGIO: Si falta algo, se lo habrán
comío los pájaros.
REMIGIO: Pa qué ice eso, su mercé,
cuando los loros llegan a escurecer... Harto que l’hey pedio prevenciones pa la
escopeta...
REMIGIO: Cuando usted mande pues, su
mercé.
CELINDA (Cantando en el interior):
Corazones
partíos,
yo no los
quiero.
Cuando yo
doy el mío,
lo doy
entero, sí, ay, ay, ay.
(Afuera, los carreteros empiezan a
irse, avivando a los bueyes).
GRITOS DE HOMBRES: ¡Precioso!
¡Clarín...! ¡Erre! ¡Noble...! ¡Caballero, Caballero, Caballero! ¡Limón...!
¡Cordillera...! ¡Erre!
CELINDA
(Su voz llega desde más lejos):
Al cruzar
el arroyo
de Santa
Clara,
se me
cayó tu anillo
dentro
del agua, sí, ay, ay, ay.
Antenoche
y anoche
y
entamañana,
me
corrieron los perros
de doña Juana, sí, ay, ay, ay.
ACTO SEGUNDO
A comienzos del verano siguiente
El mismo escenario del Primer Acto.
Al levantarse el telón, la escena está vacía.
DON JELDRES (Desde el interior):
¡Gente! ¡Geeenteee!
DOÑA MECHE: ¡Buscan...!
DON JELDRES: ¡Espanten los perros...
que hay genteee!
CELINDA (Saliendo del interior de la
casa): ¡Napoleón! ¡Anda, vete, mugre! Pasen... ¡Adelante! ¡Si los perros no
hacen na a los conocíos! (Entran don Jeldres y doña Meche).
DON JELDRES: ¡Casa bien defendía es
que tie qué guardar! ¡Cómo te va, chiquilla!
CELINDA: Bien, on Jeldres... Pa
servile...
DOÑA MECHE: ¿Y la viúa...?
CELINDA: Con la Florita , en las
frutillas... Siéntense a escansar... Siéntese, on Jeldres...
DON JELDRES (Limpiándose la
transpiración): Ta picaor el solcito... Nos venimos de a pie y, aunque salimos
bien de alba del pueblo, como esta mujer es tan lerda, nos pilló en el camino la
polvareda de las carretas emparvadoras... ¡Qué carretío, mujer, por Dios!
CELINDA: Parece que este año la
cosecha va a ser muy güena...
DON JELDRES: ¡Quia! Buena como todos
los años; pero como pa cancelar los documentos de la plata que se vale hay que mermar
las utilidades, nadie confiesa lo que cosecha... ¡Que se lo cuenten al cura!
Hace 25 años que salí de España p’hacer América... ¡ Soy un Cristóbal Colón al
revés! Otros se han enriquecío, han vuelto de indianos millonarios, y yo sigo quebrándome
los guesos como un gañán, como un negro de las galeras...
DOÑA MECHE: Mala estrella tenimo...,
Agonizamo trabajando y la
América se nos esquiva, se nos sale de los deos, como si las ganancias
fueran agua o harina flor...
DON JELDRES: En estos pueblos de La Frontera , en diez años bien
trabajaos, uno se hace rico, poderoso y hasta terrateniente; pero estoy
condenao a la miseria, al pasar a medias... Llega el invierno y los indios
hacen cola en el almacén y vamos valiendo lauchos de harina, cuartos de azúcar,
kilos de yerba, qué sé yo...
DOÑA
MECHE: La santa verdá... Fiamos hasta por misericordia y así y too nos tratan
de gringos y de “güincas treguas”...
DON JELDRES: Pues na... Que llegue el
verano, la cosecha, vamos, y toos se pierden y yo me quedo saldando cuentas con
los documentos impagos... Y a los indios no se les puede perseguir por la
justicia, porque no tienen responsabilidad jurídica, ¡eso es! Si parece que yo
estuviera pagando con mi desgracia los desaguisados de los conquistadores...
por las manos de Galvarino, cuatro quintales de harina, y por la pica de Caupolicán,
más azúcar que cuartos tie un rascacielo... Y vamos tirando pa delante... Este
otro año, hará 26 que llegué de España y cuando ya esté en los 40 de colono y
70 de edad, tendré que comprarme un metro de tierra en el cementerio, pa que
descansen la Meche
y on Jeldres... ¡Me cachis con la suerte veleta!
DOÑA MECHE: Y descanso bien merecío..,
aunque en tierra ingrata.
DON JELDRES: No digas eso, Meche.
Ingrata no. Si no es más que la suerte.
CELINDA: ¿Le dio Ñico el recao de mi
tía?
DON JELDRES: A eso venimo. Pa
arreglar la cuenta de los quesos y pa disfrutar del domingo y ver a la Florita que debe haber
llegao de repámpanos.
DOÑA MECHE: Y me vuelvo loquita por
el campo... ¡Cuánto no le he dicho a éste que vendamos el almacén y nos
compremos una hijuela!
DON
JELDRES: Que no pue se...
DOÑA MECHE: Cómo se las da de
castizo, le hace falta la sociedá... el clu... el bambolla y el pelambre.
DON JELDRES: Pues claro... Somos dos
españoles en el pueblo y hemos fundao un clu ibérico. Yo soy el presidente
perpetuo y el otro es el vice. Y no hay más socios... Si no fuera por los ratitos
que pasamos recordando a España y comentando los cablegramas, yo me habría
muerto, me habría secao de pena... Que Algeciras, que San Jurjo, que Primo de
Rivera... Porque, a decir verdad, no podemos ni jugar tresillo entre el vice y
yo... ¿Y así querés vos que yo me soterre en el campo, entre los palos quemaos
de los roces y me ponga más bruto y más triste de lo que estoy? No, mujer...
Pídeme que me vaya a la
Legión Extranjera.. .
CELINDA: ¡Cómo tarda mi tía!
DOÑA MECHE: ¡La iremos a buscar,
mejor!
DON JELDRES: Ya hemos descansao... El
frutillar quea pa ese lao, ¿verdad?
CELINDA: Sí, on Jeldres.
DON JELDRES: Que te digo, que cada
vez que ando por el campo, se me llena la cabeza de documentos y se me
clavanentre las cejas los indios que me deben... Al don Alonso deErcilla y
Zúñiga, por su madre, yo le voy a meter su Araucanapor las narices... Vamos,
Meche... que hemos venío a disfrutardel sol y del aire y yo parezco pastor
evangélico... Pero yo no memoriré sin destripar a un indio pa que respeten los documentos
y tengan responsabilidad, ¡eso es! Vamos, Meche...
DOÑA MECHE: ¿Y los perros, Celinda?
CELINDA: Los perros están amarraos.
Vayan sin .......
DON JELDRES: No se preocupe. Si llamé
al llegar, fue por fineza... Mire usté este palo e guindo... ¡Pa mí, no hay más
perros en er mundo que los indios...! (Mutis don Jeldres y doña Meche).
CELINDA (Dirigiéndose hacia afuera):
Tuerzan a la derecha... por ahí.
DON JELDRES: Gracias, Celinda...
(Pausa).
REMIGIO (Entrando): Celinda...
CELINDA: ¿A qué venís? Hoy no estoy
pa pláticas... Ando con los nervios hechos peazos... Con estas sorpresas que
tenimo ahora, no se puee vivir...
REMIGIO:Cosas de la vía pues,
Celinda...
CELINDA: ¿Y Ñico? ¿Habís hablao con
él?
REMIGIO:Anoche estuvimos en l’era,
hasta tarde.
CELINDA: ¡Y qué te dijo!
REMIGIO:Na. Que había tenío sus
palabreos con la viúa... No te enojís, pero la Florita , tu hermana, es la
que ha venío a armar la revoltura.
CELINDA: Qué curpa tiene ella de ser
bien parecía...
REMIGIO:Lo mesmo digo yo. ¡Con esos
ojazos de güey manzanera y ese cuerpo culebriao! Yo me la queaba mirando
cuando recién llegó y pa qué te igo
cómo hilaba...
CELINDA: Pero vos ya tenís dueña...
¿no es cierto, Remigio?
REMIGIO:Primero
me caigo muerto antes que ligar con otra... Aunque sea más entallá que vos.
CELINDA: ¿Y vos le habís contao al
Ñico?
REMIGIO:Le ije que nos andábamos
entendiendo y él me ayúa, con una condición...
CELINDA: Ya se las tengo malicíá...
Vos le llevái recaos a la Florita.. .
REMIGIO:Mandao no es curpao...
CELINDA: Y la Flora no mira mal al Ñico...
REMIGIO:Pero la viúa anda matrera.
CELINDA: Y cuando sepa la verdá, el
embrollo va a ser tremendo. Cuando sepa que el Ñico se compró zapatos pa parecerle
bien a la Florita ,
que fue al pueblo a cortarse las chascas y que, en las noches... ¡Ay!, se me
atoran las palabras en la garganta.
REMIGIO:Que en las noches, salen pa
debajo e los castaños...
CELINDA: Y se están, ay, hasta la
madrugá...
REMIGIO: La curpa la tiene la
viuda... Traer pollas a este descampao, en que las únicas mujeres que se ven
son la madre de uno o las indias chamalientas que hablan a gritos... Nosotros no
somos na de ulmo y también tenimos su peazo e corazón... Si hasta los perros
lairan toa la noche buscando su compañía... ¿Y nosotros íbamos a espreciar lo
presente? Renunca, pues, m’hijita, ¡si l’amor es más constante que la cizaña y
crece más luego que el yuyo!
CELINDA: Pa mí, Remigio, el amor es
una enredadera: se me enredó el Ñico con la Florita y te enredaste vos conmigo...
REMIGIO:¡Benaiga con la enredadera!
CELINDA: Pero mi tía anda más seria,
callaíta, pensando y pensando... Yo le tengo mieo... Anoche no comió y llamó al
Ñico pa su pieza... Lo que platicaron, no lo hemos sabío...
REMIGIO:Pa mí que la enreaera del
Ñico se va a desenrear...
CELINDA: ¿Y la Florita qué hará si ya
está ilusioná con el Ñico?!
REMIGIO:Dirse... La viúa da
cabimento; pero que no le farten en na.
CELINDA: ¿Y aónde se va dir?
REMIGIO:Dio ayuda a too el mundo...
Lo qu’es a mí me farta tiempo y resuello pa quererte a vo y no me preocupan los
males ajenos... El Ñico es harto hombre...
CELINDA: ¡Es ma hombre mi tía!
REMIGIO:Tamién es cierto... Nosotros
campeamos lo que pasa y callamos... T’apostaría que on Jeldres la aconseja pa
su lao...Ese gringo colorao, que me parece pavo mechón, con tal de estar en las
güenas con la viúa, es capacito de malograrnos too...
CELINDA: Y vos no tenís mieo...
REMIGIO:Algo... Pero qué mi hacen a
mí; si no respetan mis sembraos... yo sentiría la trifulca por vos...
CELINDA: Andavete, entonces...
¿querís?
REMIGIO:Ya estoy encerrao... Ellos
deben venir por el camino del frente y me pueen ver salir... Me esconderé en la
boega... Yo en jamasito me meto en la casa de la viúa sin su permiso...
(Pausa). ¿Y va a dejar a su negro dirse así? ¿No se apensiona de verme encerrao
ey dentro? ¡Prométame siquiera que va a salir a platicar a la noche!
CELINDA: Andavete luego... Sí saldré,
pero un ratito: mira que las noches están tan oscuras.
REMIGIO:¿Ni un abrazo me va a dal?
(Haciendo amago de abrazarla).
CELINDA: ¡No me toquis! Hasta que no
te compromisái conmigo...
REMIGIO:¡Ni que juerai guitarra pa
tocala a la señorita! Pero esta noche...
CELINDA: Esta noche... ....... Pero
si no se ven ni las manos...
REMIGIO:¿Diaónde saca esas coilas? Si
p’al amor toos somos tucúqueres. (Mutis a la bodega).
CELINDA: Si no juera por el tiempo
que tengo con éste... yo me encerraba en la cocina... Me palpita que va a pasar
más de algo... Por ey vienen. (Se va cantando “Corazones partidos”). Lo doy
entero sí, chilena hacele con la punta’el pañuelo los cascabeles sí, ay, ay,
ay, ay...
DON JELDRES: Son fresones de la Tierra Prometía.. ,
Tien más carne que una mujer de quince... (Mira pícaramente a Florita).
DOÑA MECHE: Cállate tú... que hay
niñas solteras por delante.
DON JELDRES: Pero mujé... si la Florita disculpa las galanterías
de los hombres rúos... ¿O acaso comparar las
mujeres con las frutillas es un
delito? Mira cómo reza: boquita e guinda, carne e frutilla, ¡eso es!
FLORITA: Siempre usted de buen humor,
don Jeldres.
DOÑA MECHE: Es que, pa entusiasmarse,
no hay como la primavera... Toos somos cigarras...
FLORITA: Y eso que está bien
conservao...
DOÑA MECHE: Se conserva en alcohol...
Se santigua en la mañana chupilca y en la noche hace examen de conciencia con un
guindao de 43 grados, que pela el gaznate...
DON JELDRE5: Y duermo soñando como un
faraón...
DON JELDRES: ¡Con su amigo, que yo
tengo ma se que un barbecho cruzao en febrero!
DON JELDRES: Esos asoleados de
Cauquenes y los pajaretes del Huasco, me hacen recordar los caldos de mi
tierra...
DON JELDRES: Muchas gracias,
señora...
DOÑA MECHE: Gracias... Porque si éste
bebe sin comer, de aquí no lo saco ni con una yunta e güeyes...
DON JELDRE5: Modérate, Meche... Si
aquí tamién hay techo y entre toas las hijuelas del contorno en ninguna hay
mejor mesa ni mejor mosto ni más amabilidá que en la de la viuda de Apablaza.
Aquí uno está en el cielo...
DON JELDRES (Aparte): Eso... eso que
se lo pregunten al Ñico.
DOÑA MECHE: Gracias. (Mutis la Viuda , doña Meche y Celinda.
Pausa).
DON JELDRES: Y usted, Florita, ¿no
nos acompaña?
FLORITA: Ya voy, don Jeldres. Me
duele un poco la cintura detanto recoger frutillas... Voy enseguidita... (Pausa).
DON JELDRES: ¿Es cierto, Florita, que
usted no volverá más a Santiago?
FLORITA: Así parece... Me hastió la
ciudad...
DON JELDRE5: Algún desengañito,
¿verdad?
FLORITA: Nada más que buscar la
sinceridad de la vida. En la ciudad se falsea todo y como yo tengo mis
despuntes románticos... ¿Ha comprendido usted?
DON JELDRES (Suspirando):
Entendido... ¿Y vivirá usted aquí con su tía?
FLORITA: Seguramente.
DON JELDRES: Entonces tendremos
frutillas todo el año... ¡eso es! Y este paisanote podrá venir más de continuo,
a presumir de joven, porque, cuando en una casa entra el sol, toos nos afiebramos...
He hablado en castizo y porque usted es una alegoría de mi sangre, es decir, de
la sangre española fundía en esta fragua mapuche... Yo, a usted la pintaría al
óleo pa ponerla detrás del mostraor de mi almacén... (Entra Ñico, de repente, con
dos baldes de leche y se queda mudo escuchando el discurso de don Jeldres). Y
pa que, después de l’oración, cuando se oscurece y los murciélagos se vienen a
los pañuelos de narices, usted iluminara... (Al ver a Ñico, se calla repentinamente).
FLORITA: Muy bonito, don Jeldres,
siga usted.
ÑICO: ¡Siga pa entro, iñol, que lo
están esperando!
DON JELDRES (Aparte, refunfuñando):
¡Vaya un animal inoportuno! Cuando estaba inspirao... ¡Sigo pa entro! (Mutis. Florita
ríe a carcajadas).
ÑICO: ¡Y yo que venía con toa la
leche! Tamién on Jeldres anda a las güeltas...
FLORITA: Los conozco demasiado...
Amarraos toa la vida a un sargento de mujer, no desperdician la ocasión de
decir
zalamerías a las mujeres mejores
parecías que la propia... Son inofensivos... ¿O eres capaz de ponerte celoso
por ese vejete de don Jeldres?
ÑICO:
No. Tengo harta confianza en usted. Por algo llegó aquí a buscarme un
sentimiento que yo no me conocía.
FLORITA: ¿Te arrepientes, acaso...?
ÑICO: Eso nunca... Muy dura ha sío la
vida... desde que abrí los ojos, no hey hecho otra cosa que trabajar desde el
alba a la oscurana... Pa la suerte mía, soy robusto y no me apensiona na. Pero
nunca me había puesto a pensar que too esto se acabará y yo tendré que buscar
mi puebla y quien me cuide... Llegó usted y las cosas van cambeando... Se me
han quitao las ganas de trabajar y me paso mano sobre mano, perdía la caeza, y
mirándola, aunque usted no esté ailante... ¡Ni que hubiera ojiao!
FLORITA: Eso, Ñico, es el cariño que
se le entra a uno como un mal, como una postema, como un pasmo en el corazón...
Y, cuando se aquerencian dos almas, no hay más remedio que juntarse, que
trenzarse, como cuando se corta un látigo en dos pedazos...
ÑICO: Ya sabía esa nombrá; y con ese
látigo, se hace la marcorna... La viúa me ijo cuantuá qu’ el hombre debía
pensar ma en comer, dormir y trabajar... Que debía tener su debiliá en el
corazón y sufrir por una mujer... Yo no sé pa qué me diría esas payas cuándo
aquí, las mujeres, hay que buscarlas con candil...
FLORITA: ¡Bien haya que así fuera!
porque de no, habría llegao a esta casa y no habría encontrao la ilusión que
dejé cuando me fui muchacha para la ciudad. ¿Te acordái, Ñico, cuando íbamos a
los digüeñes? ¿Cuando tú me traíai esas aldás de cóguiles y los comíamos
juntitos...? Y después corríamos por el campo, hasta que el corazón se me arrancaba
del pecho y vos me tapabai con copihues y con flores de canelo y hacías cuencas
en las manos para traerme agua de la vertiente... ¿Te acordái?
ÑICO: ¡No vi acordar! cuando una vez
que usted se cansó y yo la traje en brazos, sentí en mi cara su resuello
olorosito... Desde entonces, Florita, yo tenía una pena enrabiá y cuando
pensaba que usted estaba relejos, en la ciudá, m’iba andar por donde mesmo la
vide correr... Y muchas pensé enamorarme e la Celinda , pa sentir cerca
algo de su sangrecita... Pero la
Celinda no tenía su alegría ni su caráuter ni sus ojos ni ese
resuello que no se me olvidó nunquita... Y esperé, esperé como esperamo que nazca
el trigo, que crezca, que macolle, que espigue y nos dé su rendimiento... Y
ahora, que usted llega, ya estoy guainón, sé trabajar y tengo que dir pensando
en algo más qu’en comer y dormir, como ice la viúa...
FLORITA: ¡ Qué alegría me da oírte
hablar así! ¿Y me querís como antes de irme para el pueblo... aunque te
murmuren de mí?
ÑICO: Yo la quiero como la conocí...
Más mujer ahora y con dolores en los ojos, que algo malo habrán visto por esos pueblos,
pa eso estoy yo pa consolala y cuidala...
FLORITA: Me habís enternecido... Tú
eres muy bueno, Ñico...
ÑICO: Así no ma... Guacho sufrío...
FLORITA: ¿Y no habís pensao en la
tristeza de mi tía? Si anda muere... No habla palabra... ¿Tú sabes algo?
Dime... (Ñíco agacha la cabeza). ¿Y te callái? Dime, Ñico, ¿por qué anda enrabiá?
ÑICO: Es qui’anoche, cuando salimos
pa’cá, yo sentí crujir sus ventanas...
FLORITA: ¿Nos está espiando,
entonces?
ÑICO: Así parece... Esta mañana, me
dio una mirá fiera, larga, clavaora... y espués me golvió la esparda, sin
chillar...
FLORITA: ¿Y tú qué piensas hacer?
ÑICO: Decile lo que tengo que
decile... Que yo tengo mi querer y que un hombre trabajaor como yo, tiene
derecho a buscarse su compaña y qu’esa compaña es usted.
FLORITA: ¿Y te atreverís, Ñico?
ÑICO: Por esta cru... (Se besa la
cruz de los dedos). ¡Si con mi trabajo pueo mantener de más una mujer y hasta
con pollos! Pa eso tengo dos yuntas de güeyes paleros, un caballo con too apero
y cuatro vacas parías... Y, entre trigo y avena, mías tengo sus nueve
cuairas...
FLORITA: ¿Y te arreglarís en una
puebla conmigo?
ÑICO: Me parece. Y nos casamos pa
después de las cosechas. A nadien l’hey vendío un almú en yerba... Recogeré
too
mi trigo y lo venderé al que me pague mejor... Porque el triguito tamién es
limosna... Pa eso, soy libre, ¡y naiden manda aquí aentro! (Se golpea el
pecho).
FLORITA: ¡Cómo te quiero, Ñico! Si en
los pueblos fueran las gentes como vos, el mundo sería otra cosa...
ÑICO: Y usted no se habría venido
pa’cá, entonces... Y este pobre guacho se habría quedao solo toa la vía...
FLORITA: Juraría que he sentío a
alguien en la bodega...
ÑICO: Ta difariando usted.
FLORITA: Yo creo que nos espían...
ÑICO: Pero si la viúa ta ey dentro
con on Jeldres.
FLORITA: Asómate, ¿querís?
ÑICO: P’al trabajo que me cuesta
desengañala. (Va a la bodega y sale empujando a Remigio).
FLÓRITA: ¡Era Remigio!
ÑICO: Estaba rezando una manda a la Candelaria.. .
REMIGIO:Comu’es domingo, escansaba
haciendo hora pa dir a los terneros.
FLORITA: ¿No le estarías rezando a la Celinda ?
REMIGIO:¡Chi! Ni la conozco e
nombre...
ÑICO: Si andái etrás de la Celinda , anda a las
güenas, porque vos sabís que yo la quiero como una mesma hermana...
REMIGIO: Pa qué les voy negar,
entonces... Nos querimos y nos vamos a casar pa las cosechas... Vamos a ser más
felices que las torcazas...
ÑICO: Parece que la tentación ha
entrao por toas partes....... ¡En no habiendo como empezar a entenderse pa
enredarse hasta los ojos!
REMIGIO:Mire, Florita, hacen falta
bocas pa comerse lo que ganamos a la tierra. ¡Es más rendiora, por la madre!
ÑICO :Ya ve usted que toos somos
hombres güenos... Y usted no ice na... Ta callaita ey... ¿Que no le gusta
qu’estos
pobres labraores e La Frontera tengan su
feliciá... y se quieran... y tengan su alegría? ¡Venga p’acá pa abrazala! Yo tamién,
Remigio... yo tamién...
REMIGIO:¿Te casái pa después de las
cosechas?
ÑICO: Tamién me casaré en mayo...
REMIGIO: ¡Este es brote, mi alma! Pa
entonces tenimo plata e sobra, como muelas e gallo... Yo, a la Celinda le voy a regalar
un corte e blusa, unas medias e sea y unos zapatos e cabritilla más lindos
qu’ésos que compró la viúa en Temuco...
FLORITA: Yo me conformo con que me
querái.
REMIGIO:Píale algo... ¡Si este Ñico
tiene más suerte con las siembras! Ni una maleza, ni una cizaña, ni un cardo,
¡y esas medias espigas que se revientan como cuetes! El otro día conté sesenta
y dos granos de una sola espiga... ¡Sesenta y dos granos de trigo Primavera!
FLORITA: Si estaba descansando...
FLORITA: No le digo, tía, que estaba
descansando...
FLORITA: Está bien, tía. (Mutis).
REMIGIO:¡Mande!
REMIGIO: Curpa mía nu’es.
REMIGIO: Gueno, su mercé... (Aparte).
¡Esta sí qu’es grande! ¡La viúa a medio filo! Esta noche se quema la casa.
(Mutis. Pausa).
ÑICO: Por aquí andaba... Mande no ma.
ÑICO: Así lo estoy viendo...
ÑICO: Si yo no digo na... usted está
en su gusto con on Jeldres ¡y yo qué le vi a icile, pus!
CELINDA
(Entrando rápidamente): ¡Mande!
CELINDA: ¡Qué me emoro! (Mutis.
Pausa).
ÑICO: Muchas gracias, su mercé..
CELINDA: Aquí está, tía...
ÑICO: Me da verguenza tomar ilante e
su mercé...
ÑICO: Se la pago pues...
ÑICO: Yo tamién quería hablale de
algo que tengo metío en la caeza y que me tiene sin dormir...
ÑICO: Yo no hey fartao en na... Los
asuntos que me traen apensionado son con la Florita.. .
ÑICO: Quiero que me consienta casarme
con ella... Nos querimos y too depende de su voluntá...
ÑICO: ¿Y por qué? Si too quea en la
familia... Pa eso es su sobrina... y yo le sigo sirviendo, como usted mande...
LÁ VIUDA: T’hey de hablar como
hombre... Vos me conocís el caráuter y sabís que yo no ando con rodeos...
ÑICO: Usted dirá, entonces...
ÑICO:
Qué le voy a contestar, si no sé dicile lo agrecío qu’estoy... Too lo que tengo
se lo debo a usted. Si usted no me hubiera recogío, ¡quién sabe cuántos
quiltrazos me habría dao en la vía!
VIUDA: Te parecís al finao, qu’es tu
padre..... Tenis las mesmas hechuras d’él; los ojos iden cuando él era guaina y
estábamos enamoraos... (Suspira hondamente). ¡No te casís, Ñico! Toas esas
tierras y la plata son pa vos... pero habís de quearte conmigo... ¡Cuando
t’estái formando tus realitos, ya querís encalillarte con una mujer!
ÑICO: Tengo da la palabra...
ÑICO: Como le ijera... es qu’uno ya
va necesitando su mujer... Pa vivir, no habiendo como la plata... pero la
mujer, tamién...
ÑICO: Pa eso soy alentao.
ACTO TERCERO
En el otoño, dos años más tarde
El mismo escenario de los actos
anteriores. Van corridos dos años. Al levantarse el telón, aparecen los TRES
PEONES, sentados en el suelo, fumando automáticamente.
LOS TRES PEONES: La ferió el patrón
on Nico...
LOS TRES PEONES: D’él eran, pue.
LAVIUDA: Tamién es cierto... Bien
dueño qu’es él de hacer y deshacer de too... Con haberme dicho que Ñico los
había vendío, estaba too arreglao y no andame arrancando las priduntas como
huillines... Tienen que poneles pial en la lengua pa que suelten las
palabras... Seré forastera aquí, entonces...
ÑICO (Entrando)*: ¿Qué gritaera es
ésta? (Pausa). Señora, ya vaya pa ‘entro... Ya l’hey dicho que, con los
trabajaores, m’entiendo yo... Vaya p’entro, señora... (Mutis silencioso de la Viuda ).
LOS TRES PEONES (Levantándose y
sacándose el sombrero): Güenas tardes, patrón...
ÑICO: ¿Que no me dieron ya los güenos
días? Entonces, ¿pa qué tanto salúo a caa rato? ¡Claro que mi’han visto las
canillas! ¡Pero cuantuá! Ahora no sabía yo (Aunque no está indicado por el
autor, la presencia física de Ñico es de marcado contraste con su apariencia anterior.
Ahora viste en forma elegante, a la usanza campesina.) qu’el Ñico, que ustedes vieron a pata
pelá, había que andar sobándole el lomo, como bestia arisca... ¡Güenas tardes,
patrón! ¡Cuando antes se acalambraban toos pa ayudarme a lechar! Tamién es
cierto que, con esta media facha, se le entra el habla a cualquiera... (Pausa).
Vamos a ver, ¿pa qué me querían’ los gañanes? ¡Pa qué será! Pa que les valga, ¿nu’es
cierto? ¡Cómo les voy a ecir que no, cuando son firmeros! Güeno: vayan a La Paloma y pían hasta veinte
pesos can uno... Y no se dilaten mucho que tenimos que medir el cerco de palo e
pique que m’hicieron al lao el puente e Los Pilos.
FIDEL: Yo no voy a poder dir porque
mi bestia está con un pulmón...
ÑICO: Vai en el caballo e Remigio y
le traís las faltas a él, porque a Remigio lo necesito...
CUSTODIO: Y en plata, ¿no nos poiría
valer algo? Un algo na más... Mire qu’estamos “puro, Chile”
ÑICO: ¿Y pa qué quieren plata?
CUSTODIO: Las cosas de su mercé...
ÑICO: Pa ponerle al guargüero, ¿nu’es
cierto? Con dos pesos, tiene hasta pa pagar la multa al dragoneante del
retén... Toma.
CUSTODIO: Gracias, patrón.
FIDEL: Y a mí, válgame otros dos
porque yo no no parto con Custodio...
ÑICO:
También vos... Toma... Son seis pesos entre los dos...
CUSTODIO: ¡Cómo, patrón, si jueron
dos pesos a cada uno...!
ÑICO: Son seis pus, inorante...
FIDEL: Si dos y dos son cuatro...
ÑICO: Tate callao. Si aquí, en el
campo, dos y dos pesos prestaos son seis. ¿No vis que van ganando lo mesmo que
en el Banco?
CUSTODIO: Así, ¡hasta quién no se
hace rico! (Mutis). Ñíco: Si van mermurando, degüélvanlos. ¡Mes qué niñazos!
FIDEL: Pa las cosechas se los vamos a
degolver... (Mutis).
ÑICO: Clarito... a diez cobre el kilo
e trigo, me llevan más o menos cinco almúes... Pían no más... (Pausa, mientras apunta
en una libreta). Pían no ma... Fidel Arévalo, tres pesos y veinte en La Paloma... Custodio
Arce, tres pesos y veinte en La Paloma... Suma : sesenta pesos... Esta es la
cuenta con recacha, por peír fiao.
REMIGIO: Y a mí no me apuntái los
veinte...
ÑICO: Vos vai librao conmigo... ¿Y
qué contái?
REMIGIO: Como se piden no ma... Lo
tengo too arreglao...
ÑICO: ¡Me gustái por lo aniñao que
soi!
REMIGIO:Así, así no más, Ñiquito...
La pobre Florita llega a bailar e gusto y la Celinda se pavonea orgullosa con el arreglo porque
ice que agora van a vivir como personas... aunque la viúa les caiga más pesá
que un caldo e chancho...
ÑICO: Taba en lo justo no ma...
REMIGIO:
Es que vos, Nico, tenis el corazón como brazo e mar..... y no habís envanecío
con la mucha plata, con los muchos animales y con la mucha bota e calzón... ¡Y
hay que vei la paraíta que te gastái!
ÑICO: Toy perfeutamente e patrón,
¿nu’es cieno? Me ha cambeao la compostura, pero el corazón lo tengo intauto:
¡el mesmo corazón de guacho perdío...! (Se ríen y se palmotean).
DON JELDRES (Entrando): ¿Hay gente
por aquí?
ÑICO: Ailante, iñol... Pase p’acá.
DON JELDRES: Buenas tardes...
ÑICO: Como todos los días...
DON JELDRES: La felicidá anda enyugá
con la plata...
ÑICO: ¡Cómo no pue, on Jeldres! ¿Usté
venía por la cuenta e los quesos?
DON JELDRES: Exactamente...
ÑICO: La platita, pásela p’acá... y
la tertulia con la señora porque a mí me discurpa la conversa, mire que tengo
que remarcar unos novillos... Anda la nata e cuatreros y, cuando pasan arreos
de Pucón, los caminos son tan bien reliberales que tiran los propios y lo
d’iuno, lo comprao y lo cuatreriao... Por eso, yo marco en la paleta y en el
cacho izquierdo... (Llamando). ¡Señora! ¡Señooooraaa! Aquí está on Jeldres que
quiere echar una parrafá... (A Remigio). ¿Ta encendía la fogata?
REMIGIO: Ratazo... Y la gallá ta
lista...
NICO: Güeno... Apúrese pus, señora..,
mire que también on Jeldres tiene aburrieras... Marcar animales es lo mesmo que
sacar carnete... güeyes y vacas jardi nes, neblinas, limones, chupilcas,
cabritos, lagartitos, overos, rosaos hay qu’es vicio... Pero N. A., Nicolás
Apablaza, nu’hay más qu’iuno desde el mar a la montaña y espero, con el favor e
Dio, llegar a quejarme e rico...
DON JELDRES: Buenas tardes, mi
señora... Pa servirla...
ÑICO: Le estaba iciendo que yo me voy
a la remarca... Usted lo atiende y parrafea con él.
DON JELDRES: Gracias, Ñico.
ÑICO: La platita la guarda Ñico y les
eja la tertulia... Gúelvo al tiro. ¿Qué me emoro? (A Remigio). ¿Tienen toas las
maneas? ¿Llevaste el lazo mío?
REMIGIO: Ta too en el corral.
ÑICO: Los terneros di’año los
marcamos mañana.
REMIGIO: Como te parezca a vos...
ÑICO: ¡Si es orden mía, baboso! ¿Te
voy a peír licencia pa mandal?
REMIGIO: Callao el loro comiendo
nueces, entonces...
ÑICO: Pasa la marca... ¡Qué me emoro
en golver! (Mutis con Remigio. Pausa).
DON JELDRES (Mirando a todos lados):
Ya va lejos... Ahora ya se puee hablar.
DON JELDRES: ¿Tan perdío lo cree
usted? No se desespere usted, señora. La vida da más vueltas que un ratón entrampao...
En mi tierra, mientras lloramos las penas con un solo ojo, el otro nos
zandunguea... Está viejo Pedro pa cabrero y la tortilla se vuelve, los pobres comen
pan y los ricos.., yerba. Y viciversa.
DON JELDRES: Es la letra; pero hay
que tener los nervios en un puño y al corazón ponerle una pared de cemento
armado... Cuando se razona con esto (se toca la cabeza) y esto (se toca la región
del corazón) es bofe pa los perros, se solucionan toas las dificultades y la
persona puee alentar lo que le da la gana... Lo demás es baile de cernícalo...
¡Apechugue, señora, y sea hombre como lo ha sido toa la vida!
DON JELDRES: ¡Parece mentira que
usted, que tie ají mirasol en las venas, esté ahora más delicá que un cristal
de escarcha! Hoy mismo dígale a Ñico que, si le trae a la Flora a esta casa, usted le
quita la administración, le anula el poder. ¡Hasta cuándo le da larga a ese
malagradecío!
DON JELDRES: ¿Acaso usted le traspasé
las hijuelas, los animales?
DON JELDRES: Equívocos de la vida...
No se ve nada ni se oyen los buenos consejos, cuando el alma está infestá...
DON JELDRES: Remoliendo la plata
suya...
DON JELDRES: No se aflija, señora...
Nico, a pesar de too, nu ‘es un mal hombre... Es un montaraz, un cabro sin
experiencia, que se rindió a los instintos de su juventud; pero yo, que conozco
a los hombres, he visto que tiene por usted un respeto de hijo... Podría él
estar en propiedad de sus derechos sobre tierras, animales y enseres; pero esa
gratitud que lo hizo obedecele para que se casara con usted, es más grande que
ese instinto que lo atrae a la carne tierna de la Flora. Hay vínculos santificados
por el agradecimiento y ni el perro que criamos para nuestra guarda es capaz de
mordernos en la noche: nos reconoce por el olfato... No se desespere... Usted
es siempre aquí la viuda de Apablaza, sin amor y sin tierras... Como yo seré, mientras
viva, un español que vino a hacer la
América y sólo encontró el desamor de la fortuna.
DON JELDRES: Lo que Dios dispone
nadie lo sabe ni lo puede calcular... Si es pa bien o es pa mal... ¡Ponga el
cuero duro, señora! Ya me voy... La llevo metía aentro... Esta noche hemos de
conversar con la Meche
para desearle conformiá... Déme un abrazo, señora, y no se aflija... Somos dos
fracasados; yo en hacer la
América y usted, en rehacer su vida... ¡Cuándo será el día
que la güelva a ver decidía y brava, como era su nombrá por los contornos!
DON JELDRES: Bueno... adiosito... y
las penas, a la espalda. Mire usted mi optimismo. Si parece que tuviera veinte
años... Despíame de Ñico...
DON JELDRES: Gracias... De su parte,
se los voy a dar. Adiosito y que se conserve... (Mutis).
ÑICO (Desde afuera, haciendo bocina
con las manos): ¡ Más que tiento pa lazo! ¡ Cabrero me tenís pa arrear los novillos!
Creís que son tuyos y casi me los despaletái... Pa otra güelta, a vos te voy a
correr en vaca... Nacío y criao entre bestias y no sabe atajar la arrancá...
¡Deja el caballo solo, estúpedo, que sabe más que vos!
REMIGIO (Trayendo los lazos, maneas y
marca): ¡Cómo querís que sepa picar la güelta, si ha sío carretero toa la vía!
ÑICO: Tamién es cierto... ¡Cómo le
voy a peír a estosdesgraciaos que no sean animales con sus semejantes! (Dirigiéndose
a la Viuda ).
¿Se jue on Jeldres?
ÑICO: Parrafiaron.
ÑICO: Güeno. (Pausa). Ya tengo da las
órdenes... ¿Usted m’entiende, nu’es cierto?
ÑICO: Mirá, Remigio... entonces te
las vai a trer...... que manda decir la viúa que aquí tienen su cabimento...
usted
m’entiende tamién... Andavete
entonces y que las quiero ver aquí antes de l’oración...
REMIGIO: En dos pestañazos traigo a
las niñas... Los trastos los acarriamos mañana, si le parece...
ÑICO: Ya hablaremos, señora... (A
Remigio). Andavete vos y no dilatís mucho... (Mutis de Remigio. Pausa). A
usted, no la mata naiden, señora... Y le pío que no sufra por lo presente porque
l’hey explicao hasta la recontra que la vía suya estaba equivocá...
ÑICO: El patrón no pue tener dos
posesiones: la mantención dividía hace mermar las ganancias. Aquí lo junto
too... usted será como la maire. Naiden le faltará y alabá sea la señora...
ÑICO: ¡Claro qu’es una fiesta el
quererse! Usted tamién jue joven y harto pará en el hilo y la quisieron a la
güena...
ÑICO: ¡Lástima grande de estar
empachao con miel!
ÑICO: Mi padre jue su marío y él
amontonó estas tierras, crió estos animales y juntó estos pesos... Muy
chirpiento seré yo; pero de su familia no tenimos ni seña...
ÑICO: Porque usted no jue capaz de
darle ni un hijo siquiera...
ÑICO: Pero yo era hijo d’él, yo era
el salto, como ice usted.
ÑICO (Pausa): Porque parecía qu’el
finao iba a saber la canallá que usted iba a cometer conmigo... Y que yo m’iba aprestar,
por ambicioso... Porque, hablemos claro y sin faltarle el respeto, ¿cómo se le
poía ocurrir a usted que yo m’iba a enamorar, cuando lo que me halagó jue su
plata y las facilites que yo tenía pa’hacerme rico a su sombra? Yo tampoco le
peía a mi paire que me echara al mundo, hambriento y desnudo, como una
bestia... y agora, no hey hecho otra cosa que recuperar lo que me valía por
sangre... usté jue la que idió estas artes y yo jui manso cordero... A un huaso
bruto no se le ocurren estas maldaes, estos avenimientos descontrapesaos, en
los casi maire se casa con el casi hijo...
ÑICO: Naiden la despoja. Aquí se puee
quear tranquila en paz con toos, sin acordarse de esa viúa hombruna que nos manijaba
con la punta del rebenque...
ÑICO: Too puee ser... Güey viejo,
pasto tierno; pero pa casame con una guaina, tendría que nacer de nuevo...
ÑICO: ¡Chitas el brote! Me buscaba
otro paire pus, iñora.
REMIGIO (Entra con dos canastos y un
saco de ropa): Quean dos viajes ma... Las niñas vienen por ey... ¿Aónde pongo
estos trastos?
ÑICO: Señora, vaya usté a indicarle a
éste las piezas que les ha dao... Acuérdese que la Flora y la Celinda , que llegan a
nuestra casa, son sobrinas suyas y usté les da cabimiento pa que no hable la
gente...
ÑICO: El salto es su marío agora y se
lo manda... ¡Y no rezongue ma, iñora, mire que yo no tengo árguenas de
aguantaeras! Vaya pa’entro y disponga too... Seguila, Remigio... (Pausa).
ÑICO: Señora, no se agite, ¡por la
gran flauta!
ÑICO: Se duebla el fierro con ser
fierro y no se va a dueblar uno qu’es de carne y güeso... ¡Bien maldito
qu’estoy con lo qu’hice! ¡Onde se le va a ocurrir encelarme, cuando las cosas
ya no tienen remedio! ¡Esta vieja tiene más pelos qui’agua! ¿No le gustó un
guaina? ¡Que corcovee, entonces! Y, al fin de cuentas, yo no estoy pa enrabiame
la vía y venir a encenderme la sangre... ¡Si le pica, que se rasque con una
coronta! Agora que soy don, tengo derecho pa elegir mi moza... Como ella
m’eligió a mí, haciéndome espreciar a la Flora... ¿No te parece, Remigio?
REMIGIO: Cómo no pus, Ñico... Tu
güeno que te cuesta.
ÑICO: Me habrán creído tranqueaor por
la línea y pegaor a la mala... ¡Eso nunca!
REMIGIO: Y pa eso, estoy yo: ¡ta su
amigo pa ayudalo en too! En jamás, hey conocío el mieo ni la plata...
ÑICO: ¿Yo era el patrón coilero
entonces?
REMIGIO: ¿Cuando tenis la pana más
grande que la cuerpá? No le aflojís ni un pelo.
ÑICO: Tate callao... Si yo soy como
esos lazos de cuero e lobo: se estiran como cuerda de vigüelas; pero no aflojan
renunca...
REMIGIO: Entonces la viúa no dispone
na.
NICO: La viúa dispondrá lo que yo
ordene... ¡No faltaba ma!
REMIGIO:¡A
tiempo! Ey vienen las chiquillas...
ÑICO:
Llegan a mi casa... Ejame haceme el sorprendío... Espués de la rabia que mi’ha
dao la viúa se me pue conocer demasiao el gustazo que me da ver a la Florita en mi casa... y oye,
Remigio, a las mujeres hay que aparentales indeferiencia porque, de lo
contrario, nos hacen barrer el suelo con la lengua... Te lo igo yo qu’hey
aprendío en ese libro viejo y matrero de la viúa...
REMIGIO: ¡Lindas payas cuando uno
está enamorao!
ÑICO: ¡Ey vienen! (Entran Flora y
Celinda, con su guagua en brazos y algunos canastos y envoltorios de ropa).
REMIGIO: ¡Puchas que vienen acalorás!
CELINDA: Podíai haberme eyudado a
trer a Remigito siquiera... ¿Qui’ubo, Ñico?
ÑICO: ¡ Salú, mi alma! ¿Cómo le va?
¿Qué ice la Florita ?
¿Y la guagua? ¡Qu’está lindo el chiquillo!
REMIGIO:Iden al taita e su paire...
FLOR1TA: ¡Estoy tan nerviosa! ¡Me
parece mentira que esté otra vez en la casa de mi tía!
ÑICO: Es mi casa... Aquí el dueño soy
yo y la hospitaliá se la agradecen a este pecho...
FLORITA: Por bueno a las derechas
t’hey conocío...
ÑICO: Na e bondá... es más el cariño,
m’hijita...
CELINDA (A Remigio): ¡Apriende vos a
ser bien hablao!
REMIGIO:Yo no hablaré tan bien como
el Ñico... pero ey tenis en los brazos algo que te habla claro e mi cariño...
Nosotros los gañanes no sabimos ecir las cosas... las hacimos y si acabó...
CELINDA: ¡Dios te guarde!
REMIGIO:Muchas gracias... (Pausa).
FLORITA: ¿Y mi tía?
ÑICO: Aentro.
REMIGIO:Pa’entro se escuendió...
FLORITA: ¿Y por qué?
ÑICO: Por lo mesmo...
FLORITA: ¡Ah!
CELINDA: ¿Sigue la cuestión entonces?
ÑICO: ¡No hay cuestión.., aquí talla
Ñico!
REMIGIO: Aquí talla Nico y la viúa se
rasca...
ÑICO: ¡Cállate, insolente!
REMIGIO: Discurpe, su merce...
FLORITA: Volveremos a las mismas
historias... ¡No importa! Aunque tenga que sufrir todos los días, yo me queo en
tu casa... ¡Por algo soy tu moza! Ella podrá haber pasado por las doy leyes contigo;
pero no te ha dado el corazón ni vos tampoco a ella... Tú soi ma mío que
nadie... ¿No es cierto, Nico?
ÑICO: Ciertito, Flora... Por eso te
traje pa’cá... Aquí viviremos felices y si hay penas que aguantar, a la esparda
con ellas... Nos querimos pa sufrir... Ella no quiso que vos fuerai mi compañera
a la güena... y nos encontramos a la mala... De toas layas el cariño es güeno
como la miel... Y vayan a ver las piezas... Las mismas que tenían cuantuá... la
comía está hecha en horno de ustedes... Hay que pasar los tragos malos y desimular...
desimular muchazo... Oye, Remigio, andavé con la Celinda pa que le acomodís
los monos... Nosotros vamos al tiro...
REMIGIO:¡Andale, negra! ¡Pobrecito
m’hijo que entuavía no conocía las casa e tejas!
CELINDA: No dilaten mucho pus...
FLORITA: Ya vamos nosotros... (Mutis
Celinda y Remigio. Pausa).
ÑICO: ¿Me querís harto... pero harto?
FLORITA:
¡Las preguntas tuyas! ¡Te quiero a morir!
ÑICO:
Me querís con pica entonces...
FLORITA:
Sí. Ñíco: ¡Venga, mi guacha, pa’abrazala! Está en su casa... Too es suyo... Le
voy a mirar los ojos pa curdiala y que no sufra...
FLORITA:
Too lo soportaré por ti...
ÑICO:
¡Que carguen conmigo, pero que naiden me la palabree ni me la miren tan
siquierita! ¡Harto codicioso qu’estoy e mi Flora! ¡Tan suave qu’es mi
borreguita!
FLORITA:
En queriéndonos, too lo demás pasa.
ÑICO:
Y como los dos nos desarmamos e cariño, que temporalee, que truene. ¡Y endéi
qué pus!
FLORITA:
Al fin estamos uníos y vamos a vivir bajo el mismo techo.
ÑICO:
¡Y pa siempre! (La abraza cariñosamente. De pronto suena un disparo de revólver
en el interior de la casa). ¿Pero qu’es eso...? ¿Qué ha pasao? (En el intervalo
de silencio que sigue, mientras todos se muestran consternados y aparecen corriendo,
Remigio y Celinda —ésta con el niño en brazos—, Ñico entra en la casa y sale
inmediatamente, tapándose la cara horrorizado y mesándose los cabellos). ¡Por
Diosito!
CELINDA:
¿Qué ha sucedío, Virgen Santa?
REMIGIO:¡Tése
callaita usté! ¡Puchas la esgracia grande!
FLORITA:
¡Too por mi culpa! Por entrometía y por haberte querío...
ÑICO:
¡Recontra mala suene! Ella me había recogío guacho perdío, cuando yo andaba con
las carnes al adre y no tenía ni un piazo e pan que llevarme a la boca... Y
agora está muerta. ¡Muerta por la vía! Ella que me enseñó a trabajar. Con ella
me gané mi primera yunta e güeyes y cuando ella más me quería, se me torció el
corazón... ¡Si’ha matao la viúa! ¡Si’ha matao! Y yo que la quería más que a mi
maire, más que a naiden en el mundo...
REMIGIO:¡Mal
haya sea nunca!
ÑICO
(Abrazando a Florita): A nadien la quería como a ella; pero vos, m’hijita
linda, erai mi debiliá... ¡Ejame llorar por la
viúa,
que si’ha esgraciao pa dejarme gozar solo, antes e morirse e la pena de vernos!
¡Ejame llorar por la viúa!
REMIGIO:¡Qu’era más rehombre que toos
nosotros!
FIN
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